sábado, 7 de septiembre de 2019

-¿Te parece bien Mantenimiento?
-Claro, don Fernando. Munches gracies.
-Empiezas mañana, domingo, festivo. A las ocho. Cobras aditamento.
-Estupendo.
-¿Estamos rimando? Oye, hablando de rimas, ahora que te encuentro algo mejor, ¿te expongo el discurso del secreto?
-¿Esi qué discursu ye, hom?
-El que te va a evitar más hostias en el futuro.
-Suéltelu.
-Bueno. La señora, tu señora, esposa o barragana, tradicional novia o comunista compañera, ante todo -ante todo-, y pásate por el bajo arco de la indiferencia las palabras escandalizadas de quienes afirman que es imposible, ha de ser tu mejor amigo, así, en género gramatical masculino. Tu mejor amigo.
-Home ho, nun fadie; eso nin el Ramiro Calle. Usté ye que tien cuatrocientos setenta y ocho años, nun me joda. Asina cualesquier lo tien deprendío y prauticao.
-Sí, Senén. Desde que tenía exactamente tu edad. Hasta entonces, habían llovido hostias egocéntricas como chuzos alterados de álter, áltera, álterum, en latín “lo otro”, lo que no eres tú. Tu mejor amigo. Y tu mejor amigo, esa señora tuya, es un baluarte ante la indiferencia del mundo y la maquinaria de los psicópatas, muchos más de los que la medicina reconoce como tales en sus DSM. Has de ser cómplice de esa mujer frente al mundo. Y ahora tengo que dejarte, que, a mi edad, ya son horas de ir recogiéndose en puerto seguro y tú mañana allí sin retraso a las ocho.
-Con Dios, don Fernando.
-No me toques los cojones, Senén.
-Yera coña, hom.

No hay comentarios:

Publicar un comentario